¿Te perdiste?

15 de marzo de 2011

Teresa y Juan Carlos

En el barrio hay muchas fábricas. Comienzan a trabajar desde temprano, y algunos vecinos se despiertan a primera hora con el ruido de los obreros madrugadores.
Teresa tiene cincuenta años. Juan Carlos tiene cincuenta y tres. Teresa y Juan Carlos son vecinos desde que tienen memoria, y se conocen desde mucho antes.
Todas las mañanas, Teresa sale a la vereda para sacar a su perro. Juan Carlos también sale a la vereda, manguera en mano, todas las mañanas. Teresa cree que Juan Carlos sale para regar el jardín, pero la verdad (que sólo Juan Carlos sabe) es que sale para saludar a Teresa.
-¡Buen día, Teresa! -dice Juan Carlos, con algarabía matinal.
-¡Hola, buen día, Juan Carlos! -contesta Teresa, feliz, mientras sostiene al perro del collar para que no se lance sobre Juan Carlos.
Teresa y Juan Carlos conversan dos minutos sobre temas que no les interesan. Entonces Teresa dice "Bueno, hasta luego, Juan Carlos". Juan Carlos siente un pequeño vacío en el pecho, entre el corazón y los pulmones, y responde angustiado: "Hasta mañana, Teresa".
Teresa entra a su casa, y recuerda los días de niñez en que los chicos del barrio corrían por las calles de tierra. Recuerda que Juan Carlos era un chico tímido, que no jugaba a la pelota y estaba siempre escondido detrás de la pollera de su madre. Teresa siente un orgullo impropio al ver que ese chico se convirtió en un hombre buenmozo y educado. Le suelta la correa al perro, y va a la cocina a prender el horno.
Juan Carlos ya regó la vereda, y ahora entra a la penumbra de su hogar. Recuerda su niñez, cuando su madre vivía, y las callejuelas del barrio eran de tierra. Casi siente vergüenza al recordar que una vez cortó una flor del rosal de su casa para dársela a Teresa, y sus amigos se burlaron.
Todas las tardes, los nietos de Teresa van a visitarla y a merendar con ella. Teresa es una gran cocinera, y para el momento en que llegan sus nietos, ella tiene preparadas masitas con formas de aviones, de barcos y de corazones.
Teresa está contenta, y cuando su hija llega para llevarse a los chicos, Teresa sólo desearía que se quedaran a jugar un rato más.
Pero Teresa tiene una pena: su otra hija, Raquel, se fue a otro país, y ya no le habla. Teresa daría lo que fuera por ver a su pequeña Raquel otra vez. Juan Carlos escucha llorar a Teresa a través de la pared, cuando cae el sol, y siente tanta rabia que él también llora. Juan Carlos también tiene una pena, y no se llama Raquel; se llama Teresa.
Una mañana, Juan Carlos sale "a regar", y Teresa no está sacando a su perro. En su lugar, una señora de caderas anchas y tez morena, con un delantal blanco y un sombrero a juego, le dice: "La señora Teresa está enferma y en cama. Le manda saludos". Juan Carlos, atónito, sólo atina a contestar que él también.
Teresa no duerme esa noche, porque un punzante dolor en su seno izquierdo se lo evita. Juan Carlos tampoco duerme esa noche, porque se queda pensando en el día posterior.
A la mañana siguiente, Juan Carlos sale sin la manguera, y con un chaleco de algodón color azul oscuro. Encuentra a la enfermera sacando al perro, y le pregunta cómo está Teresa:
"Mal" dice la señora. "Dicen los médicos que sólo un milagro podría recuperarla. Dios la guarde".
Juan Carlos se va caminando despacio hacia al vivero, y encarga un arreglo de flores para enviar por correo.
Durante el día consecutivo, una corona de rosas tocó la puerta de Teresa. La tarjeta decía "De: Raquel. Para: Teresa." con un fileteado muy bonito en el borde y un tulipán en la esquina de abajo. Teresa volvió a llorar, pero esta única vez, de alegría. A la tarde, sus nietos fueron a visitarla. Les leyó un cuento sin levantarse de la cama, hasta que se quedaron dormidos.
Esa noche, Teresa y Juan Carlos salieron a sacar la basura a la misma hora.
-Buenas noches, Teresa.
-Buenas noches, Juan Carlos.
-La noto feliz, ¿estoy equivocado?
-No, para nada. He tenido un día espectacular- señaló Teresa, con una sonrisa indisimulable, que le iluminaba el rostro más allá de la tenue luz de la luna.
Cuando Juan Carlos la vio sonreír así, decidió que estaba enamorado. Pero ya era demasiado tarde: a la mañana siguiente, un 4 de abril, Teresa falleció.
Juan Carlos se suicidó poco tiempo después, y aunque su partida de defunción dice "7 de abril", él sabe que la mañana del 4 de abril fue cuando se quedó sin vida. Detalles administrativos, que no hacen a la historia de un hombre que quiso amar demasiado tarde.